El sesgo de Autoservicio. ¿Porqué la culpa nunca es nuestra?

En Recursos Humanos es común encontrar el uso de sesgos de atribución, percepción, autoservicio o egoísta (a pesar de tener diferentes nombres se atribuyen los mismos significados). Todos lo vivimos de una forma más clara o menos, o de forma más directa o menos.

La teoría de la atribución de Heider (1958) en su obra “The Psychology of Interpersonal Relations (La Psicología de las Relaciones Interpersonales)”, ha constituido un importante marco teórico para la investigación psicosocial desde su formulación, y ha dado pie a algunas de las teorías y experimentos más conocidos en el campo, como la teoría del Error fundamental de atribución de Lee Ross, la Teoría de la disonancia cognitiva de Leon Festinger o los experimentos sobre la obediencia de Stanley Milgram.
Aunque interesante cada una de esas teorías (animo a que si se puede se lea sobre ellas), hoy vengo a hablar del Sesgo de Autoservicio.
El sesgo de autoservicio, o sesgo por interés personal, aparece cuando la gente se auto atribuye el crédito personal en sus éxitos, pero no en sus fracasos. Se manifiesta también cuando la gente tiene la tendencia a evaluar algunas situaciones en forma ambigua de tal forma que beneficie a sus propios intereses. El autoservicio surge también como resultado de un sesgo estadístico, como resultado de ello la gente piensa, debido a su autoestima, que en ciertas áreas está mejor que el promedio. Por ejemplo: la mayoría de los conductores piensa que ellos conducen mejor que la media, que bailan mejor que la media, que trabajan mejor que la media, etc.

Creemos conveniente indicar que este concepto también es conocido por muchos autores e investigadores como tendencia autofavorable, y coloquialmente como sesgo egoísta. Este último hace referencia a la actitud con la que el individuo afronta el resultado de su propia conducta, como hemos explicado anteriormente. Es decir, las personas suelen hacer una atribución interna después de un éxito y hacer una atribución externa después de sufrir un fracaso.

El efecto de este sesgo hace que la mayoría de las personas tenga una buena opinión de sí misma, una buena autoestima: y se percibe como la tendencia a percibirse a sí mismo favorablemente. La mayoría de la gente atribuye los éxitos a su propia habilidad, mientras que los fracasos se atribuyen a las circunstancias o a la mala suerte. Por ejemplo, un estudiante tiene una buena nota en un examen y dice: «¡He logrado una buena nota porque soy inteligente y he estudiado duro!» mientras que otro estudiante que ha sacado una nota inferior dice: «¡El profesor me ha dado una mala nota porque no le caigo bien!»
El sesgo auto favorable guarda una fuerte relación con la ilusión de control. Esto es debido a que los individuos suelen interpretar las experiencias que resultan de sus actos como una atribución, tanto a factores internos como externos, así obtienen una sensación de mayor poder o control sobre el resultado que deriva de las acciones que llevan a cabo. Un ejemplo que refleja este concepto: “Si un empresario mejora sus beneficios, pensará que esto es debido a sus habilidades tanto técnicas como de management, y no a factores externos como los empleados. Esto le dará sensación de mayor control, ya que el piensa que con estas habilidades tiene el poder de aumentar los beneficios constantemente.
A pesar de ser un sesgo que nos aleja de la realidad, es un tipo de adaptación de nuestra especie para protegernos y poder mantener una cierta autoestima. Por lo tanto, no es considerada mala en cierta medida (en exceso se hace insoportable, ya que desarrolla personas que nunca se equivocan, que sólo han tenidos éxitos y a causa de ellos todo lo malo ha sido debido a la envidia).
Es importante ser lo más objetivo a la hora de hablar de los propios éxitos como los fracasos, ya que en ambos casos son fruto de factores internos y externos que podemos controlar y que escapan de nuestra capacidad.
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