La dictadura de la empatía y el «Desgaste por Empatía»​ profesional.

“A mí, dime las cosas claras, pero sólo las que quiero oír y como las quiero oír, muestra empatía”.

Hace poco, menos de un mes, se quejaban algunas personas sobre el Síndrome Posvacacional debido a que esas publicaciones no eran empáticas con la gente que no tenía empleo y por lo tanto no lo sufría. Pero ¿y la empatía del que no tiene empleo hacia el que lo sufre?

Llevamos años viviendo de la dictadura de la empatía, pero una dictadura mal definida, unidireccional, sin preocuparse por los demás sino sólo por uno mismo (reclamamos que se sea empático con nosotros, sin mostrar empatía por los demás). Pero ¿Cómo definimos esa empatía?

La empatía es una habilidad social que permite comprender y reconocer las opiniones y sentimientos de las demás personas, sin necesidad de sentirse identificado con ellos o de adoptar los mismos. Una persona empática sabe escuchar y ponerse en el lugar del otro, conociendo su manera de pensar y de percibir las cosas. Esto lo hace sin juzgar y sin que intervengan sus opiniones o preferencias, lo cual hace que la otra persona se sienta realmente comprendida y tomada en cuenta. Esta es la razón por la que las personas empáticas hacen “click” más fácilmente con otras ya que hacen que se sientan reconocidas y valoradas a pesar de no coincidir en gustos, creencias y/o preferencias.

La importancia de la asertividad.

La empatía es indispensable para entender y socializar correctamente, comprender la situación de los demás, y sus problemas, o malestar. El problema es que la empatía mal planteada acaba siendo un yugo que acalla las opiniones opuestas ante la amenaza de “no ser empático”.

El okupa acusa a la sociedad de su falta de empatía, pidiendo que se pongan en sus zapatos, sin haberse puesto en los zapatos de la persona a la que le quita su hogar. El enfermo pide empatía para acelerar su proceso de recuperación, sin pensar que puede haber gente en peores condiciones o que un criminal reclame una reducción de su condena.

La empatía y otras emociones suelen motivarnos a hacer lo correcto, pero son igualmente capaces de motivarnos a hacer lo incorrecto. En la toma de decisiones éticas, la capacidad racional del ser humano es fundamental.

De ahí la necesidad de desarrollar otras habilidades indispensables como la asertividad.

La asertividad es una forma de comunicación que consiste en defender tus derechos, expresar tus opiniones y realizar sugerencias de forma honesta, sin caer en la agresividad o la pasividad, respetando a los demás, pero sobre todo respetando tus propias necesidades.

La asertividad se puede observar en nuestras relaciones sociales y personales, mientras que hay personas que se comunican de manera agresiva e incluso pasiva, la clave en las habilidades sociales es saber comunicarse con asertividad y empatía. Por ejemplo, es muy útil la asertividad en el trabajo, pues permite llegar acuerdos más fácilmente y obtener los beneficios de un buen clima laboral.
La dictadura de la empatía y la destrucción de la Asertividad. “El Desgaste por Empatía”
El egoísmo empático unidireccional o el miedo a que nos puedan señalar como alguien poco empático, ha desarrollado una “hiperempatía” que ha llevado a un desgaste emocional y social eliminando en muchos casos la capacidad de demostrar asertividad en ciertos entornos como el de las Redes Sociales, donde imperan los discursos prefabricados por las víctimas o los que reclaman esa asertividad.
En los últimos años ha ido aumentando el uso del término burnout para referirse a que una persona ya está “quemada” por tanto trabajo y estrés. Es un agotamiento físico, mental y emocional. Significa que es momento de tomarse un descanso y relajarse. Este síndrome aplica para cualquier persona que tenga trabajo o sea estudiante, puesto que tiene carga de trabajo diaria y está sometido a estrés.
Después de años de pandemia, paro, ERES, ERTES, y problemas relacionados con la inestabilidad laboral, la consecuencia ha sido clara, muchos profesionales están desarrollando el llamado “Desgaste por empatía”.
Es importante que los profesionales (psicólogos, médicos, RRHH, directivos, etc.) cuenten con empatía; sin embargo, dado que es un arma de doble filo, el aplicarla en exceso trae repercusiones para el interviniente. Una de estas consecuencias, llamada síndrome de desgaste por empatía,
Este «desgaste por empatía» también se conoce como «fatiga por compasión» término propuesto por el psicólogo Charles Figley dentro de la Psicotraumatología, es una consecuencia por el residuo emocional de tratar con personas que han o están pasando por situaciones de trauma, sufrido por aquellos profesionales que están en contacto constante con pacientes que están o han sufrido experiencias altamente estresantes. Pero habría que diferenciar la empatía de la compasión: la compasión no implica reflejar la angustia de otra persona. La ayuda compasiva es buena para uno mismo y para los demás, pero la angustia empática es destructiva para el individuo: experimentar el dolor de los demás puede ser una experiencia agotadora. Ser buena persona está más relacionado con una compasión más distante, autocontrol, sentido de la justicia, amabilidad e inteligencia.
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